RADIOTEATROS DE LOS 60

jueves, 13 de junio de 2013
Ayer de mañana estuvimos hablando de los Radioteatros que se emitian diariamente por Radio Porteña; luego de lo dicho, se acumularon los llamados telefonicos y entrevistas personales, por todos aquellos que habian vivido esos meomentos alrededor de la mesa familiar; RENE PALMA , me acerco una foto ( de aquellos dias) donde esta la Compañis de Hector Bates y todos sus actores, que habia comprado en Blaquier oportunidad que la compañia hacia actuado en su cine teatro , agregamos un relato que obtuvimos en la Web.-
De pronto, el intenso trajinar del pueblo, que coincidía con la salida del turno mañana del colegio terminaba. La calle principal se transformaba en un desierto solitario. Los comercios, cerraban sus puertas al mismo tiempo, como si una mano gigantesca lo hiciera de una vez.  Quizás la calma total era alterada por alguien que con desesperación corría hacia su casa.  Las puertas se cerraban.  Sentados en torno a cada mesa nadie hablaba. El silencio, expectante era absoluto. En cada hogar sucedía lo mismo. De pronto, el milagro volvía a repetirse. El radioteatro de Radio Porteña empezaba.  Habían pasado apenas pocos minutos de las 12 del mediodía.  Durante una hora Héctor Bates y su compañía se metían en los almuerzos de los germanienses. Los personajes de cada uno de sus radioteatros se sentaban a la mesa, teniendo el monopolio de la palabra.  En muchas otras oportunidades la radio era centro de la reunión familiar. Pero el radioteatro del mediodía era el momento del rating absoluto.  Los títulos eran, visto a la distancia, casi graciosos. Recuerdo algunos: “Arreando amores y penas, allá va el Tape Lucena”, “Moreira, el salvaje”. A este lo presentaban diciendo “La injusticia me hizo macho, la pampa me dio el coraje y grito a los cuatro vientos… Yo soy Moreira el salvaje”.

Los personajes estaban siempre bien marcados: La madre, el muy bueno y el muy malo, habitualmente hermanos, que obviamente no sabían de su parentesco. En la década del 60, Radio Porteña tenía en Argentina la mayor cantidad de radioteatros y la mayor audiencia en ese sentido. Todas las compañías hacen gira teatral, facilitada por el buen alcance de su onda, que llega a varias provincias. Allí trabajan las compañías de Juan Carlos Chiappe, que estrenó “Nazareno Cruz y el lobo” y metió un exitazo como “Por las calles de Pompeya, llora el tango y la Mireya”, Héctor Bates y después Héctor Miranda,  Audón López, presentado como “El simpático negro Faustino”,  Pichirica, Rolando Chávez. Liberto Pecci, Horacio Aranda, Juan Carlos Cancela entre otros. El bueno era siempre Héctor Miranda mientras que Ornar Aladio era el villano clásico de la radiotelefonía argentina. Tenía un estilo que luego fue imitado por todos los otros actores en ese tipo de personajes. El suceso de Aladio había comenzado con una obra de la compañía de Bates, que tuvo un extraordinario suceso: “Fachenzo el maldito” de Adalberto Campos. Al año siguiente, la misma compañía hace otro hito: El león de Francia, que logra la Medalla de Oro de Argentores al llegar a las 1.000 representaciones teatrales. Asimismo, la revista El Tony publicó la pieza en forma de historieta, durante más de un año, con tiradas excepcionales. Aldo Luzzi protagonizó uno de los éxitos más resonantes su obra “Pido luz para mis ojos”, hecha infinidad de veces por todas las compañías.  En la mayoría de las obras, el  malo hacía sufrir a su madre, sin saber que lo era y esta callaba por que sabía que ese monstruo era su hijo… Lo cierto es que,  el radioteatro emparentado con la novela folletinesca y el circo criollo era seguido por millones de radioescuchas, impulsado y adulado por la prensa chauvinista. Censurado y cuestionado por filósofos, sociólogos y educadores. El radioteatro es un género narrativo compuesto por sonidos y palabras.

La acción del relator presentando a los personajes, la interpretación por parte de los actores y la labor del operador sonoro acentuando con la música y los efectos especiales, los estados de tensión, de alegría y de tristeza, originaban un estado de ensoñación, confundiendo la realidad con la fantasía. Las miles y miles de personas que escuchaban "la novela", sintonizaban en la vieja radio la transmisión de sentimientos, ensueños y añoranzas.

Historias que se desgranaban día a día en interminables enredos y desventuras de los personajes, invitando con sus voces a continuar la angustiosa espera del próximo episodio. A medida que el siniestro villano disfrutaba del sufrimiento de alguien, del micrófono de la sala de transmisión, un experto hacía vibrar un serrucho que reproducía sorprendentemente el sonido de un trueno, subsanando así la falta de códigos visuales y gestuales de los actores.

Esta ausencia permitía moverse con libertad en cualquier espacio físico y situación. Mientras el malvado gozaba riendo por  el incendio que acabaría con al vida del protagonista, y este intentaba librarse de las llamas, el operador estrujaba papel celofán para imitar el fuego y deslizaba canto rodado sobre la mesa para obtener el galope del caballo al alejarse. Algunos éxitos radioteatrales llegaron prácticamente a paralizar la vida de Germania, preocupando a los comerciantes. Los negocios de ventas y particularmente los almacenes y las tiendas,  comenzaron a registrar grandes bajas de concurrencias de público ante la gran popularidad de la "novela" de turno, por cuanto sus clientes estaban en sus casas pegados a la radio. Los dueños adoptaron ciertas medidas para contrarrestar ese impacto que se verificaba sobre todo en las ventas.

Los propietarios de una importante tienda,  tomaron la decisión de pegar carteles en sus vidrieras: "Mediante un moderno sistema de parlantes, usted podrá escuchar su episodio radial favorito mientras observa nuestras espectaculares ofertas".

El radioteatro fue uno de los fenómenos culturales más importante de nuestro pueblo.

Cuando las compañías salían de gira y llegaban a Germania, generalmente al Club Juventud Unida, algunas veces al Centro Recreativo, donde funcionaba el cine, o algunas veces lo hacían en el circo, haciendo la segunda parte. Entonces,  se producía el milagro: los actores dejaban de ser solamente voces y se recreaba el espectáculo que era "mucho menos y mucho más que el teatro".

"La novela" obtenía respuestas insospechadas por parte de los antes escuchas y ahora espectadores: tales como esperar a la salida de una función al "villano" para "escarmentarlo", o acciones menos riesgosas como regalarle a la madre sufrida, a la dama disputada por el bueno y el malo o al protagonista central una yunta de pollos, algún lechoncito al horno o las facturas caseras.

La fiesta en Germania comenzaba cuando se anunciaba que el club  había contratado  a la obra, seguía con los saludos que el día previo y el mismo día en que se iba a presentar los protagonistas enviaban por radio, se hacía fuerte apenas llegaba el micro con los actores y con la preparación de la escenografía, actividad que era seguida por centenas de hombres y mujeres de mi pueblo.

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